“China es un dragón dormido, déjenlo dormir, porque el día que despierte hará estremecer al mundo".
Fueron las palabras del líder militar Napoleón Bonaparte para referirse al poder de China en respuesta a Lord McCartney, el primer embajador inglés que fracasó en su misión diplomática en 1793 al tratar de negociar nuevas reglas comerciales con el emperador Qianglong, dos siglos después vemos cumplir aquella predicción.
Para 1820 China era la economía más grande del mundo representando el 32% del PIB mundial, era una economía auto suficiente que pocos productos compraba del exterior, por el contrario, exportaba grandes volúmenes de artículos como la seda y la porcelana que eran muy bien aceptados en occidente por ser baratos y de gran calidad.
La cultura tradicionalista y el hermetismo hacia el exterior que imperaban durante el gobierno de la dinastía Qing, los llevaron a establecer barreras arancelarias y restricciones al comercio exterior que desanimaban a cualquiera que quisiera comercializar sus productos en territorio Chino, principalmente a Inglaterra, quien buscaba dominar al dragón a toda costa hasta convertirlo su comprador.
Por más de 100 años de ataques del exterior a partir de las guerras del opio en 1839 con Inglaterra, la invasión de Francia, Estados Unidos y Rusia, la guerra con Japón, el declive de la dinastía Qing hasta la guerra civil, fueron acontecimientos que mantuvieron aletargado al dragón hasta llevarlo a representar solo el 5% del PIB mundial para 1950.
Tras la muerte de Mao Zedong en 1976, presidente y fundador de la República Popular de China, su sucesor Deng Xiaoping propuso un cambio que se denominó "Reforma y Apertura", siendo las bases para la transformación del país hasta convertirlo en la segunda potencia económica del mundo hoy en día.
Jimmy Carter y Deng Xiaoping durante el establecimiento de relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y la República Popular China.
Los objetivos en los que el país se centró estuvieron dirigidos hacia el campo de la agricultura, la tecnología, la industria y la defensa. Tal enfoque los llevaría a un proceso de modernización y desarrollo que como consecuencia logró un crecimiento en la economía de 2 dígitos a partir de las reformas económicas de 1978. Dicha evolución ha sido calificada como "el milagro económico chino", donde 700 millones de personas han salido de la pobreza.
Uno de los primeros pasos del dragón que estremecieron al mundo fue su ingreso a la Organización Mundial del Comercio en 2001, donde muchas economías se vieron preocupadas a que esta acción repercutiera negativamente sus mercados nacionales debido a la magnitud económica del dragón, en cambio, su ingreso ha sido motor impulsor en el mercado internacional al estimular la economía mundial.
Al pertenecer a la OMC, China se compromete a suprimir barreras comerciales, facilidad de acceso a la inversón extranjera y mayor apertura del mercado financiero, entre otros. Estas acciones más el bajo costo de mano de obra y el hábito del ahorro entre la población han sido diversos factores que convirtieron a China en potencia económica, clasificándose como el primer país exportador a nivel mundial y el segundo importador.
Hoy en día el dragón ha despertado ocupando un lugar importante en la agenda política y económica mundial, ejemplo de lo anterior se demostró en 2016 cuando el Fondo Monetario Internacional incluyó a la moneda de China (el yuan) a la cesta de monedas que se utilizan como medidas de valor junto con el dólar, el euro, el yen y la libra esterlina.
“El milagro económico chino" es el reflejo de la aportación que cada generación ha realizado a lo largo de 40 años, apostando por el trabajo, progreso y bienestar de todo un país. Su percepción como los mejores del mundo seguirá encaminando los pasos del dragón hasta convertirlo en la potencia número uno.
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